Si toda la inteligencia para fabricarlos y toda la pasión en disfrutarlos, los pusiesen en solucionar los problemas del mundo, sería el mundo un paraíso. Es el comentario, entre dientes, de un taxista a una noticia de radio sobre el vomitivo escándalo que protagonizan los actores de la trama Gürtel. Mas la vida de 1.020 millones de personas no es un paraíso, sino que se le parece bastante a lo que se entiende por un infierno. Paraísos fiscales conviven en este mundo con el infierno del hambre. 10 millones de personas mueren cada año de hambre o enfermedades relacionadas con ella. Se estima que 167 millones de niños menores de cinco años en el mundo tienen bajo peso debido a la malnutrición crónica. Dentro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio se establece que entre 1990 y el 2015 se debe procurar reducir a la mitad el número de personas que la padecen. En contra de este humano objetivo, hay quienes se evaden a paraísos fiscales. “Los investigadores están buscando más de 40 millones de euros, además de en Suiza, en las Antillas Holandesas, Panamá, Portugal, Colombia, Estados Unidos y en las Islas Caimán, entre otros paraísos fiscales. Correa utilizaba esos países para lavar el dinero que obtenía y para sobornar a altos cargos del PP, autonómicos y municipales, que a cambio le daban contratas y otras prebendas” (José Antonio Hernández, El País). Otro mundo (y otra política) es posible. El taxista me pasó el precio de la carrera y se interrumpió la cávala.
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