Cuando de chico robaba huevos del nidal de las gallinas de la abuela, siempre respodía al ser interrogado: No sé, no recuerdo. Ese día, por cena le daba a beber caldo de rabo de pasas hervidas. "para que no olvides". La abuela sabía quién le había robado los huevos del nidal y que, por gallina, no lo confesaba. La reprimenda se adornaba con la ironía sonora siguiente: "Para que no me olvides".
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