Las asonancias producidas por el equilibrio inestable, que supone la democracia, debieran atemperarse con la silenciosa eficiencia de los Poderes. Si en lugar de silencio se expanden voceríos, el resultado es un frufrú ensordecedor de sotanas y togas. - Si se habla de la Justicia, ha de hablarse del problema de indefensión del joven vilipendiado, del anciano olvidado y desheredado, de la niña ausente de tutoría estatal, de la mujer con freno para hablar de igualdad. - Si el Ejecutivo es ineficiente, hable de ello quien ha sido despedido, a causa del afán devastador que en el Gobierno inoculó la ley Rato, al declarar el suelo patrio todo urbanizable. - Si el Parlamento vacaciona en demasía, critíquele quien ha de salvar 30 obstáculos en la carrera de abrir un pequeño establecimiento de venta de regalos. - Si la Justicia tiene las togas raídas, hable de ella quien lleva años en espera de sentencia. Poder contra poder, no. Porque pudiéramos suponer que se pretende la abolición del Estado de derecho. De los Poderes hable la ciudadanía, que es el origen del Poder; evítense la lucha entre poderes: podemos quedarnos dictatorialmente desequilibrados.
Me gustaría que alguien me explicara cuáles son los poderes del Estado que están en lucha.
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