En homenaje a la fraternidad y el naturismo, en denuncia de la
violencia, contra la intolerancia, nos atrevemos a decir
"¡Viva el beso!"
Julia y Auriane, de 17 y 19 años, se encontraron por casualidad en una
manifestación convocada en la localidad francesa de Marsella en contra del
matrimonio gay. Era sólo una de las protestas celebradas en 75 ciudades del
país. Todas con el mismo objetivo: decir no al matrimonio entre personas del
mismo sexo y a la posibilidad de que pudieran adoptar.
Las dos chicas reconocen que no son homosexuales. Aun así, se plantaron en
mitad del acto de protesta en Marsella y, en un “gesto de pura y simple solidaridad”
con los homosexuales, se fundieron en un largo beso.
Hemos asistido en lo que va de año 2012 indignadamente apenados a 50 asesinatos (aprox.) de mujeres por hombres en nombre de la injusta propiedad machista. El último ha ocurrido en mi ciudad, en una de sus pedamías. Una adolescente de trece años ha sido vilmente asesinada por su pretendiente, un hombre ya. El grave caso ha levantado la polvareda legal sobre por qué no prohibir amarse a los trece años. No es el problema. La indignación viene de la salvaje actitud de resolver los problemas personales con la violencia y la muerte. En estos días se me dispara con más ansiedad la idea de "La ciudad educadora", en el contexto que siempre es tiempo de aprendizaje y la ciudad ha de ser la mejor palestra educativa. En otro orden de cosas, se ha elevado a icono del respeto al amor personal un beso en Marsella. En homenaje a la fraternidad y el naturismo, en denuncia de la
violencia, contra la intolerancia, nos atrevemos a decir "¡Viva el beso!"
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