DON QUIJOTE
(poniéndose de un brinco junto al retablo y desenvainando la espada)
¡Deteneos, mal nacida canalla, no los sigáis ni persigáis; si no,
conmigo sois en la batalla!
¡Non fuyades, cobardes, malandrines y viles criaturas,
que un solo caballero es el que os acomete!
(Don Quijote, con acalorada y nunca vista furia, comienza a llover cuchilladas,
estocadas, reveses y mandobles sobre la titerera morisma, derribando y descabezando
a unos, estropeando y destrozando a otros, y dando entre muchos un altibajo tal, que
pone en peligro la cabeza de Maese Pedro, ya fuera de su escondite, quien se abaja,
se encoge y agazapa para evitar los golpes. Sancho Panza hace gestos de grandísimo
pavor y el resto de los espectadores de la Venta va siguiendo con vivos y expresivos
comentarios las peripecias de la acción)
MAESE PEDRO
¡Deténgase, deténgase vuesa merced, mi señor don Quijote;
mire que me destruye toda mi hacienda!
(una escena en busca de actores).
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